En Fangamers.com hemos pasado unos días jugando en profundidad con la nueva joya de Capcom: Resident Evil 5. No hablaremos de la completa edición especial y sus generosos extras, de los polémicos modos de juego de pago (versus mode), del modo cooperativo, ni de las opciones online. Nos centraremos en la esencia del videojuego, en lo que aporta realmente, tanto para un veterano de la saga como para un curioso neófito.

Resident Evil 5

Vayamos al grano: Resident Evil 5 es un videojuego de acción con tintes de terror. La tensión emocional que ofrece se basa en la intensidad, no en el suspense de la primeras entregas. Por lo que estamos hablando de una clara continuación de lo que ofrecía ya la cuarta parte. Simplemente los puristas de las primeras entregas que renegaron del anterior seguirán con las mismas sensaciones.

En mi opinión este nuevo paso para consolidarse como saga de casi acción pura responde básicamente a un aprovechamiento de lo que ofrece la nueva generación de consolas: espectacularidad. Eso no quiere decir que no se pueda explotar la potencia actual con otro tipo de género, pero si que sus cualidades resultan más obvias con la acción como elemento predominante.

A nivel gráfico Resident Evil 5 es una auténtica gozada. La alta definición siempre ayuda, pero la representación de los dos protagonistas es impresionante. Baja un poquito más con los enemigos habituales, pero es lógico. Los efectos de sonido también están trabajados hasta el último detalle, pero la banda sonora en general simplemente se limita a cumplir su cometido, sin destacar.

El control es intuitivo, aunque las acciones con el machete son un poco confusas. El cuerpo a cuerpo debería haber sido más trabajado, pero en general la curva de aprendizaje es más que notable. Interesante la inculsión de un nivel de dificultad muy fácil que hace de Resident Evil 5 un videojuego accesible para todo el mundo. De nada sirve crear una gran historia si sólo la van a disfrutar hasta el final los más habilidosos.

En definitiva, Resident Evil 5 obtiene un notable muy alto, que casi roza la excelencia, pero que no la consigue por no ir más allá de lo que ya apuntaba en cuarta entrega.