Análisis Dragon Age Inquisition: Rol Premium

Dragon Age: Inquisition no tarda ni dos segundos en dar un golpe en la mesa y reivindicar que la saga está muy viva y que sí, se puede hacer un producto masivo, sin bugs alarmantes y con una calidad pasmosa.

En palabras de su productor ejecutivo, Mark Darrah, “nuestro objetivo era llevar a los jugadores a la próxima generación de juegos de rol con una experiencia totalmente personal, en un mundo envolvente y con visualizaciones impactantes. Es la historia más amplia que se podrá jugar este año y ahora, tras años de duro trabajo, por fin está en manos de los jugadores de todo el mundo.” Pues dicho y hecho.

Dragon Age: Inquisition transcurre en un mundo oscuro de fantasía donde los jugadores tienen que crear y vivir su propia experiencia. El videojuego combina la famosa narrativa de BioWare con una profunda jugabilidad de RPG, todo ello representado con la tecnología de última generación del EA Frostbite3. Los jugadores vivirán momentos únicos basados en sus propias decisiones.

A pesar de Frosbite, Dragon Age es técnicamente es notable, con una ambientación exquisita, pero no roza la excelencia que muestra en su profundidad.

Independientemente del camino por el que optamos,  la historia o la aventura parece infinita. Sólo la trama principal supera las 50h de juego, es decir sin contar con submisiones y, evidentemente a un ritmo no elevado pero tampoco parsimonioso.

Además a todo esto debemos sumarle el modo multijugador: Probablemente con cierto aire a Mass Effect, consiste en un modo para hasta 4 jugadores, en el que augmentaremos nuestra experiencia y conseguiremos recompensas a medida que vayamos cargándonos diferentes oleadas de enemigos. No es el modo core del juego, pero no sobra ni está de más.

En definitiva, Dragon Age Inquisition es un auténtico must, un juegazo que hace honor a la primera entrega de la saga y que, de paso, demuestra que pueden existir lanzamientos triple A sin necesidad de sufrir miles de bugs o sin acabar siendo un hype deshinchado.